
La inmoral desigualdad en el mundo hace mucho tiempo fue denunciada, no por ello deja de ser una cruel actualidad que acrecienta día a día en forma geométrica, aunque obviada y disimulada por el pacato primer mundo, que hasta hace pocas semanas dibujaba en las marquesinas de Davos, más y mejores formas de acumulación, a costa incluso, de planificar un siglo XXI para un tercio de la población mundial.
Incluso ¿Qué hacer con el resto? Con aquellos que sobran. Tal vez fomentar crisis, guerras civiles, enfrentamientos mortales, guerras de religión, guerras de conquista, guerras del petróleo, del agua, de los alimentos, hambrunas, pandemias, que pudieran ayudar en forma "natural" para que el espíritu competitivo de la especie seleccione, ordene y elimine de la faz de la tierra a los malhechos, quedando sólo los más fuertes, los más hábiles, los más rápidos, los más inmorales, que esperan en el mismo Davos, ser ellos mismos, los más ricos… hasta ahora.
A los dueños reales y formales les cuesta y duele reconocer que su propio sistema en realidad los ha colocado en posición de descartables, y por tanto en la ruina financiera. Como en estado de shock, aún no reconocen la quiebra, pues significa también y en forma simultánea la quiebra de toda la superestructura neoliberal de pensamiento, de libre frontera para las mercaderías, divisas y todo tipo de valores por ellos instalado, por la razón y por la fuerza, incluso a través de la aplicación del terrorismo de estado en la mayoría de los países latinoamericanos en un comienzo cuando les fue necesario doblegar pueblos. Hoy incluso esta práctica está globalizada.
Y esta es una realidad.
Incluso ¿Qué hacer con el resto? Con aquellos que sobran. Tal vez fomentar crisis, guerras civiles, enfrentamientos mortales, guerras de religión, guerras de conquista, guerras del petróleo, del agua, de los alimentos, hambrunas, pandemias, que pudieran ayudar en forma "natural" para que el espíritu competitivo de la especie seleccione, ordene y elimine de la faz de la tierra a los malhechos, quedando sólo los más fuertes, los más hábiles, los más rápidos, los más inmorales, que esperan en el mismo Davos, ser ellos mismos, los más ricos… hasta ahora.
A los dueños reales y formales les cuesta y duele reconocer que su propio sistema en realidad los ha colocado en posición de descartables, y por tanto en la ruina financiera. Como en estado de shock, aún no reconocen la quiebra, pues significa también y en forma simultánea la quiebra de toda la superestructura neoliberal de pensamiento, de libre frontera para las mercaderías, divisas y todo tipo de valores por ellos instalado, por la razón y por la fuerza, incluso a través de la aplicación del terrorismo de estado en la mayoría de los países latinoamericanos en un comienzo cuando les fue necesario doblegar pueblos. Hoy incluso esta práctica está globalizada.
Y esta es una realidad.
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